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Un cambio inesperado

  • Foto del escritor: Jimena Monroy
    Jimena Monroy
  • 1 jul 2021
  • 4 Min. de lectura

AMODIO DEBEKATUA


Capítulo VIII

El maestro está perdiendo la cordura, sólo tiene que matarla y ya, no se trata de que pase por ella como si fueran a una cita, todo lo hace tan complicado, ella no sabe lo que es estar condenado a esta vida de porquería sin saber cuántos años tardarás en ser "digno", al carajo con todo eso, solo hay que entregarla.

Así gritaba Helena mientras tomaba unos tragos dentro de una caverna con música electrónica muy fuerte, los demás seguidores de Ira, estaban tomando con ella esperando las indicaciones del maestro que ya había ido por Jimena para el sacrificio.

-Tranquila, todos sabemos que Ira lo hará, no nos fallará.

-Todos son unos idiotas, no se dan cuenta de que está perdidamente enamorado de ella.

- Eso es imposible, solo está siendo inteligente para que nos sea más sencillo entregarla.

-Idiotas, ella arruinará todo y yo me encargaré de que eso no pase.

-Y si está enamorado a nosotros qué, sabemos perfecto que puede matarla y quedarse aquí con ella para seguir con su plan, no veo cual sea el problema.

Helena se notaba más enojada con ese último comentario y aventó al suelo el vaso del que estaba tomando su bebida.

-Un momento Helena, ¿Estás enamorada de Ira? ¿Estás celosa?

Helena no dijo nada ante el comentario y sólo se marchó, Ían quién la estaba interrogando la siguió hasta tomarla del brazo para detenerla.

-Dime que no hiciste semejante tontería.

-A que te refieres… ¿a enamorarme de alguien que está destinado a otra mujer? Sí, me enamoré, hasta muerta tomo decisiones estúpidas.

Le contestaba a Ían con los ojos a punto de explotar en llanto; pero suspiró, se lo tragó, limpió las pocas lágrimas que se escurrieron en sus mejillas y sonrió.

-Tenemos que seguir con el plan, ya es hora de ir donde el maestro.

Ían le hizo señas a los demás chicos, era hora de seguir con el plan, mientras iban abandonando el cuarto la gente que había alrededor disfrutando de una buena fiesta iba desapareciendo poco a poco.


No supe cómo pasó pero subí al auto, a pesar de haber escuchado a Ira decir que me llevaba a mi sacrificio, subí sin hablar, sin resistirme, lo único que recuerdo es haber sentido en mi interior que era el inicio de algo, pero ¿inició? Iba camino a mi muerte.

-Ira quiero hacerte una pregunta.

Ira estaba enfocado al volante, parecía que evitaba pensar ya que sus contestaciones eran similares a las de un robot.

-Dime…

- Sé que dentro de ti hay alguien más, pero creo que es buen momento para decirte que eres lo mejor que me ha pasado en la vida y si estoy aquí es porque es mi destino así que lo acepto.

Ira solo presionó mucho más en el volante, era como si quisiera retorcerlo, jure que iba a romper el volante de ver tanta fuerza en sus manos hasta que sentí un jalón muy fuerte en mi cuello, frenó el carro de una manera muy violenta y gritó.

-¡Bájate!

-¿Qué?

-Jimena si no te bajas ahorita me arrepentiré de por vida por lo que haré.

Abrí la puerta y sentí una cachetada en las mejillas por el frío que hacía afuera, sentí mis labios entumecidos de inmediato y voltee a mirarlo.

- Ira, no se volver, si me bajas aquí moriré congelada.

- Sólo piensa en otro sitio en el que quieras estar y listo.

-OK.

Bajé del auto y rápidamente arrancó, me quedé para en la nada con mis brazos rodeándome muy fuerte, cerré los ojos mientras mis dientes chocaban unos con otros por el frío y pensé primero en mi familia, los vi muy tranquilos y felices comiendo y también me vi a mí, pero me veía triste, era la única cara pálida e infeliz en esa mesa, mi mente de la nada quiso pensar en algo feliz y así lo decidí, estar donde era feliz.

Volví a sentir un jalón fuerte en mi cuello de la nada, sólo que ahora estaba sentada en un auto, con mi cinturón puesto miré mis manos sosteniéndolo, miré a mi lado izquierdo y ahí estaba, era Ira que me miró con una sonrisa que se veía disfrazada con confusión.

-No es cierto.

Me lo dijo riendo y a la vez se tocaba la cara preocupado.

- Yo solo pensé en lo que me hace feliz y aparecí aquí.

-Jimena si te quedas conmigo, tu destino es morir y no quiero que mueras.

- Ira yo te amo y por ti moriría si es necesario.

- está decidido Jimena ¡No! Esto es un amor prohibido, no se puede, tienes que irte ya.

- No me iré y hazle como quieras.

Subí el estéreo donde se escuchaba esa canción con la que me encontró en la noche, ese chico que siempre aparecía en mis sueños y lo miré.

- Por favor Irá déjame estar aquí contigo, tú me trajiste aquí, ahora termina tu trabajo.

-Aunque murieras no podríamos estar juntos, yo sigo en coma, por eso esta cosa dentro de mi aún puede conmigo.

-Entonces dame tiempo, haz tiempo para tu plan voy a ir a donde estas.

-Y que harás, ¿me matarás?

-Sólo haré lo posible para que lo prohibido no tenga que ser así.

Ira me sonrió y hecho a andar el carro, yo suspiré y le subí al estéreo.





Continuará...



 
 
 

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