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Eternidad

  • Foto del escritor: Jimena Monroy
    Jimena Monroy
  • 24 sept 2021
  • 5 Min. de lectura

Capítulo X

Al entrar al hospital me encontré con un lugar obscuro, como si estuviera detenido en el tiempo, enfermeras mal encaradas y médicos más que viejos, nadie me notaba o al menos eso pensaba yo; me topé con una señora que estaba limpiando los pisos y me acerqué para preguntarle si sabía dónde se encontraban los pacientes en estado vegetal, ella volteó a mirarme con un rostro apagado y al mirarme a los ojos pareció como si hubiese visto a un fantasma, solo me señaló las escaleras y dijo con voz muy suave “subiendo a la izquierda”. Así que corrí, el hospital se veía demasiado viejo y descuidado, empecé a caminar más lento tocando los barandales que había en las paredes contando como siempre para relajarme “1,2 ,3 ,4, 5” de pronto, mientras caminaba mirando al piso, dejé de ver pared y me topé con una puerta, al levantar la mirada no dije “6”, con voz temblorosa dije “313”, había llegado a la habitación así que entre de forma rápida y me encerré, sudaba de una forma que jamás había sudado (y no era para menos), iba a matarlo. Me acerqué a la cama y lo vi, parecía ya como de 40 años, muy delgado, con la piel seca y amarilla, entubado a una máquina que tenía un botón de apagado y encendido, era fácil, solo tenía que apagar todo para que no sonara ninguna alarma, en mi cabeza solo alcance a escuchar a Ira decir, “corre hazlo ¡Ya!” Y así lo hice, en ese momento me tapé la boca ya que quería gritar por lo que acababa de hacer, de pronto escuché un grito de una mujer.

- ¡NO! Que hiciste, ¡porqué!, él era mío.

Yo solo pude decirle a Helena “lo siento”, corrí y corrí pero no encontraba la salida así que me metí a un cuarto para poder tomar aire y seguir el camino, tenía que ir al faro. Cuando miré hacia el frente para saber en dónde estaba, había una mujer de igual forma en estado vegetal, me acerque a ver la placa y decía “Helena”… salí de ahí corriendo, no sé como pero llegue a la salida, corría entre la gente mientras preguntaba por los muelles, faros o algo que me llevara ahí, hasta que escuche a una pequeña niña que decía “mamá puedo ir a ver el faro?”. Yo me detuve entre tanta gente y me enfoque en la niña, así que la seguí, no fue mucho; caminé aproximadamente 10 minutos y ahí estaba, me paré justo en la orilla, mientras miraba como anochecía y el faro con su luz encendida daba vueltas, cada que la luz me tocaba en lugar de cubrirme los ojos me dejaba guiar por la luz, giraba y giraba y cada que daba más vueltas yo me iba sintiendo cada vez más mareada, hasta que de pronto no sentí mi cuerpo y solo quería saltar, y así fue.



Salté y a lo lejos escuché a Helena gritar “tú me lo quitaste”, la verdad es que no sé si me aventé o me aventaron, debo admitir que no caí al agua, antes me topé con muchas rocas que me lastimaron demasiado… así fue como empezó este libro, yo tirada en una piedra desangrándome, mientras las olas del mar me tapaban cuando la marea subía…




-Jimena que rayos pasó, debemos irnos, no puedes morir aquí

- ¿Lo logre Ira?

-Lo lograste hermosa, estaremos juntos, solo tienes que resistir un poco más.

Cada vez todo estaba más frio, lo único cálido eran sus brazos que ya estaban empapados de mis sangre, llegamos a un precipicio y de fondo vi la luna llena, cuando me recostó Ira comenzó a gritarle al demonio

-ABRAXAS, aquí está como la pediste, estamos en tiempo perfecto, con la luna alineada.

Al fondo alcancé a escuchar una voz demasiado obscura que dijo “acérquenla”, Ira me cargó y muy silenciosamente me dijo:

-“tranquila”, cuando todo pase yo estaré ahí, seré lo primero que veas ¿Confías en mí?

-Si…

Yo ya casi no podía hablar, me sentía muy débil, me estaba muriendo y él estaba a punto de rematarme, suena gracioso ahora que lo platico de esta forma. Ira me sentó en la orilla del precipicio y esa voz gruesa le dijo, “debes de decir las palabras y aventarla”.

-¿Yo? ¿no puede ser alguien más?

-El sacrificio no funciona si no hay dolor por parte del asesino.

Sonaban risas que se escondían tras de un árbol, con lo poco que me quedaba de vida, quise mirar hacia donde provenía la voz, Ira me pidió que no lo viera, pero estaba a punto de morir, ¿quien puede darme ordenes?, así que giré la cabeza un poco y lo que vi fue horrible, no era un animal, ni un humano, era una masa grande y negra con pequeñas manos con largos dedos y unos ojos amarillos, me espanté tanto que quise gritar pero no pude ya que no tenía fuerzas.

-¡Hazlo ya!

-Perdóname, te amo…



Y lo hizo, me aventó al precipicio; no había rocas, caí a al agua helada, que terminó por matarme, dicen todos que solo vieron mi cuerpo flotando boca abajo…mientras moría, veía una luz pero no blanca, esta era más con un tono azul y a lo lejos una sombra negra, estaba segura de que era el, era Ira, corrí y corrí cada vez más fuerte y cuando llegué no era el, eran esas manos delgadas y largos dedos que me tomaron del brazo fuertemente.

-Estas a punto de morir y lo hiciste por amor, puedes volver con tu familia o morir aquí sola, ¿qué decides?.

-Yo confió en Ira, así que moriré, decido morir.

-De acuerdo, así lo decidiste…

Me tomó por detrás y con un cuchillo cortó mi garganta, lo único que pude hacer en ese momento fue aceptar mi muerte y sonreír; cuando lo hice, la mano de Ira ya tomaba la mía, dejé mi cuerpo desangrado y golpeado en el suelo y mi alma se fue con él, fuimos a la eternidad donde estaríamos juntos para siempre.

Al principio de esta novela les dije que le dieran un mensaje a alguien muy importante y ese mensaje es para ustedes mismos, lo único que tenemos seguros es la muerte, así que amen , amen a morir, amen hasta que se les acabe el aire, amen y les aseguro que el día del final, sonreirán y verán eso con lo que siempre soñaron en la eternidad.



-¿Alguna vez sentiste tanta paz?

Y así será para toda la eternidad. Ya no sentía dolor, ni extrañaba a nadie, solo éramos Ira y yo, en un lugar que no tenía lugar, solo existía el amor y la tranquilidad, creo que a eso se le llama eternidad, jamás supimos qué pasó con los demás, pero sabíamos que estaban mejor porque el cometido se logró, me sacrifiqué y ahora sé que mi lugar no estaba con los vivos, yo era más extraordinaria, mi destino era extraordinario, yo le pertenecía a Ira y a las estrellas.


Fin.

 
 
 

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